Hay algo profundamente reconfortante en el aroma de los muffins recién horneados. Entre todas las versiones posibles, los muffins de frambuesas tienen un lugar especial en mi corazón, ya que es uno de los favoritos de mis hijos.

Lo que más me agrada de los Muffins de frambuesas es que son húmedos, suaves y tienen ese gustito entre dulce y ácido que los hace únicos. No empalagan, se hacen rápido y quedan hermosos. Son perfectos para la merienda, para acompañar un café o un té, o para tener a mano cuando viene alguien de visita. También me gusta hacerlos cuando tengo ganas de mimar a alguien, porque no hay nada como regalar algo hecho con tus propias manos.

Antes de sumergirnos en las frambuesas, vale la pena hacer una pausa para conocer el origen de los muffins. Este panecillo individual, amado en desayunos y meriendas por igual, tiene raíces tanto en Inglaterra como en Estados Unidos, pero con características distintas. En Inglaterra, los muffins son planos, cocidos en sartén, parecidos a los “English Muffins” que suelen acompañarse de mantequilla y mermelada. En cambio, los muffins al estilo americano —más conocidos por nosotros— son altos, esponjosos y horneados, con una textura entre bizcocho y pan rápido.

A lo largo del tiempo, los muffins se convirtieron en un lienzo perfecto para la experimentación culinaria: con frutas, nueces, chips de chocolate, especias, e incluso ingredientes salados. Pero si hay una fruta que destaca por su intensidad y frescura, esa es la frambuesa.

¿Por qué frambuesas?

La frambuesa, con su vibrante color rojo y su sabor ácido-dulce, es el complemento ideal para la masa suave de los muffins. Al hornearse, las frambuesas liberan su jugo, tiñendo la masa con vetas naturales de color y sabor. Son pequeñas joyas de la naturaleza, repletas de antioxidantes, vitamina C y fibra.

Además, aportan un contraste perfecto: su acidez corta la dulzura de la masa, equilibrando el conjunto. Esto hace que los muffins de frambuesas no resulten empalagosos, sino frescos y ligeros.

Trucos para muffins perfectos

Aunque esta receta es sencilla, hay pequeños secretos que marcan la diferencia entre unos muffins buenos… y unos espectaculares.

No mezcles de más: la masa de los muffins no debe trabajarse en exceso. Si lo haces, desarrollarás demasiado gluten y el resultado será duro y seco.
Frambuesas congeladas: si usas frambuesas congeladas, agrégalas directamente del congelador. Si las descongelas antes, soltarán agua y teñirán toda la masa de rosa.
Yogur vs. leche: el yogur aporta humedad y una acidez sutil que reacciona con el bicarbonato, dándoles una textura aún más esponjosa.
Moldes bien llenos: para obtener muffins altos y bonitos, llena los moldes hasta ¾ o un poco más, y asegúrate de que el horno esté bien precalentado.
Azúcar crujiente: una pizca de azúcar morena por encima antes de hornear crea una costra irresistible.

¿Cómo conservarlos?

Estos muffins se mantienen bien a temperatura ambiente por 2 días, guardados en un recipiente hermético. También puedes refrigerarlos hasta por 5 días, aunque pierden algo de su textura. Lo ideal: caliéntalos unos segundos en el microondas antes de comerlos.

¿Quieres guardarlos por más tiempo? Congélalos en bolsas o recipientes herméticos (ya fríos) y tendrás muffins listos en cualquier momento. Solo descongela a temperatura ambiente o calienta en horno bajo.

¿Son saludables?

Si bien los muffins de frambuesas son un gusto dulce, se pueden adaptar para quienes cuidan su alimentación. Puedes reducir el azúcar, usar harinas integrales, incorporar semillas o frutas secas, y usar endulzantes naturales como la miel o el sirope de agave. El hecho de estar hechos en casa ya es una ventaja: sabes exactamente qué contienen y puedes evitar conservantes, colorantes y grasas trans.

Además, las frambuesas aportan antioxidantes, fibra y un bajo índice glucémico. Así que, disfrutados con moderación, pueden formar parte de una alimentación equilibrada.

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